Las huellas, simbolizan el periplo de ese padre que parte en busca de su hijo, al que considera en grave peligro. Se autoculpa de la desgracia que haya podido ocurrirle, al haber recriminado con demasiada dureza su curiosidad, peccatum mundi. Cree que éste en respuesta a su desconsideración, se ha reclutado en la leva habida en la población recientemente, con el solo propósito de demostrar a su padre, que ya es un hombre.
El desierto encarna la soledad. Esa soledad del alma peccatum spirituale, que le acompaña en su travesía y lo convierte en un ser cruel, que va perdiendo los valores humanos, en la media que pierde la esperanza. A cada paso, un fracaso, a cada paso, se le ennegrece el alma.
En tanto divisa en el horizonte un extraño sol, metálico, negro, que lejos de cegarle, le lleva a su colofón, peccatum anima. No es otra cosa que el retorno forzado a ese pasado, que desea olvidar por encima de todo. Pasado, que le persigue sin piedad. Es un hombre marcado por el destino, que juega con él a su antojo y cuyo zarpazo logró evadir…en tiempos pretéritos.
Empero, todo ello, constituirá, la gloriae victoris.
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